Magma
Lucila Penedo
Nat Oliva
Karin Idelson

curador
Gabriel Valansi

 

Infinitos posibles
por Vanina Papalini

Combinar lo que es sustancialmente distinto: el magma es, en primer lugar, desorden, mezcla, momento primitivo en el que todo lo sólido puede disolverse, devenir un fluido incandescente.

Karin Idelson relata intermitencias: hombres anodinos de día / mujeres fatales de noche, destellos, fogonazos, manojos de sombras, un hilo áureo, una muesca oscura y profunda. La civilización, como una segunda naturaleza, replica la luz diurna y el ocaso que no son otra cosa que maneras de ser. La turbación, esa reacción habitual del citadino frente a lo salvaje, es un movimiento que también repetimos ante el espejo: lo recóndito habita en nosotros y nos incomoda. Idelson ofrece explorar las nervaduras de lo viviente, en un recorrido que tanto puede replegarse hacia el interior como expandirse sobre la superficie del mundo para palpar sus densidades y asperezas y transitar sus meandros, ejercitando una suerte de oficio de ventrílocuo: traducir lo informe a un símbolo y hacer estallar lo conocido para reconocernos al recrearnos.

Para Lucila Penedo, retratista de las estelas cotidianas de los jóvenes, las posibilidades se abren en la emergencia impensada, en el acto fallido, en el detalle que desentona y muestra una resistencia invisible que ninguna planificación puede conjurar. En medio de la disposición civilizada -naturaleza acostumbrada, hábito esclerosado- algo siempre se escapa y queda fuera de lugar: la domesticidad se encabrita, los objetos evaden el control y se desvían del lugar asignado. Aún la vigilancia más férrea se distrae. En los bordes, en los ángulos, allí donde nadie cuida ni observa, brota el magma anterior al orden, se alborotan las series, la extravagancia y la estridencia se cuelan en la secuencia armónica. El minúsculo desorden nos revela; la anomalía se filtra en cualquier intención premeditada.

En Nat Oliva, el magma emerge como otro modo de ver: geometrías inhumanas y formas puras que evocan sus inspiraciones materiales, eliminando aquellos rasgos que las hacían reconocibles y las ataban a una fijeza. Oliva, fotógrafa virtual de Second Life, propone ver los objetos desapegados de sí mismos, sobrevenidos extranjeros, convertidos en imágenes potenciales. Si, en el mundo virtual, ser es aludir a una existencia posible, mostrar es una sugerencia. Nada es sino lo que podría ser, la indeterminación magmática es clave de una libertad: la del distanciamiento. El desplazamiento está, otra vez, del lado del que lee su mundo como un extraño, desarraigando, eliminando toda raíz, haciendo un trabajo de zapa que blasfema contra la contemplación estándar.

En la mixtura de lo que aflora todas las combinaciones son posibles; es el momento creativo original, sin sentido ni plan. Aquí hasta la última partícula es espejo encandilado, que no refleja porque es fulgor. Imposible vernos, sólo nos es dado crearnos.

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