Evidencias
Geraldine Lanteri
Ezequiel Pontoriero

curador
Gabriel Valansi

Lo que escrito está aquí, es un curzo de fotografía, escribe desde la cárcel un fotógrafo anónimo en la primera página de un cuaderno Lanceros de 1910.
Su manual está escrito con la pulcritud de un cirujano de campaña.
Tiene la dura tarea de explicar a otros presos la profundidad de campo desde la celda de una cárcel.
Ilustra con lo que puede. Dibuja y describe una lente sobre papel de calcar.
Quizás algo de ese espíritu revelador anima a Geraldine Lanteri cuando retrata las prendas a reciclar que diariamente circulan por su vida laboral.
Tiene la misma actitud inquisidora, entre filatelista y forense, con que Pontoriero rescata imágenes de partes policiales que luego serán basura digital.
En Lanteri la evidencia es sobre esa clase de vacío que los clientes han dejado junto con sus ropas para arreglar. Los textos son sus pretextos, expanden aquel vacío como una forma de metástasis. Lanteri traduce en forma seca y precisa, como si se tratara de otro parte policial.
Esos partes están ausentes en las imágenes que Pontoriero acorrala contra las paredes pintadas de un celeste federal. Pone la mirada sobre lo lábil de la imagen cómplice tomada con urgencia celular, que guarda en si misma la insensatez de los hechos que pretende comprobar.
La fotografía expresa, como ningún otro soporte, la derrota del hombre en su intento de mostrar la verdad.
Las imágenes peregrinarán desde su génesis, reflejarán sucesivos contextos, mutarán de sentido, serán parte de otros mapas. Y terminarán obrando impersonalmente (diría Borges), como los vegetales o los planetas.
Pero sin embargo una pulsión sobrevive: Es ese intento desesperado por rescatar lo visible. Es la pulsión que ha llevado a un hombre preso a escribir un manual de fotografía, quizás para que otros en su misma condición puedan imaginarse con una cámara delante de los ojos, en un último intento por hacerse un lugar dentro del tiempo.
Geraldine Lanteri y Ezequiel Pontoriero completan y recomienzan sin querer la actitud de un fotógrafo desconocido. Sus imágenes son evidencia involuntaria de lo que sí puede la fotografía. Reivindicar una memoria, hacerla tangible. Irrumpir desde el arte, y a la vez, dejarlo como un detalle.

Gabriel Valansi

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